-
¡Paco! Ponme otro
chato, anda –Anselmo deja el vaso sobre la barra.
-
Ahí tienes, tu clarete.
-
Oye, ¿ese de allí no es
el del tiro en el pie?
-
Si, el que está con el
Anselmo –tercia Julio desde el taburete de al lado
-
Pues todavía parece que
cojea.
-
¡A ver! Se llevó por delante dos dedos. Calla, que
vienen p’acá
-
Hombre, Julio, ¿qué
tal? –el recién llegado, vestido con una chaqueta de pana verde nuevecita y un
sombrero con plumas de faisán, da unas
palmaditas en la espalda a Julio.
-
Ahí vamos, ¿y tú?
-
Tirando, ya sabes.
-
¿Conoces a Luis?
-
¿Qué tal? –con una mano
saluda a Anselmo y con la otra se quita el sombrero y lo deja en el taburete de
al lado.
-
Bien, hombre, bien.
-
Paco, pon otra ronda
por aquí.
-
A mí mejor una Mahou,
que ando todavía con las medicinas –la chaqueta verde nuevecita brilla como la
piel de un cervatillo cuando se inclina sobre la barra.
-
¿Y qué, a echar un ojo
a los comederos de los guarros?
-
Bueno, a dar una vuelta
a ver como va la cosa.
-
¿Como va a ir, con
tanto furtivo? ¡Pues mal! –Anselmo chasquea la lengua y resopla.
-
No será ‘pa’ tanto
hombre, mira que te quejas –Julio pela un cacahuete y sonrie.
-
Di que sí, Anselmo, que
tienes razón, coño, que todos pagamos el coto y siempre hay algún cabrón que
nos levanta las piezas –dice Paco mientras pasa un paño por la barra.
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Joder como os ponéis,
ni que no hubiera caza para todos.
-
Coño, es que pa pagar
los comederos todo el mundo anda tieso, pero luego, cada dos por tres aparece
algún jabalí herido.
-
Bueno, yo me voy. Venga,
cóbrate la ronda –Luis saca la cartera, deja cinco euros en la barra y se pone
el sombrero.
-
Pos hasta mañana,
hombre, y gracias por el chato.
-
Venga hasta mañana –se
abrocha la zamarra y sale cojeando.
-
Oye, Anselmo ¿de verdad
éste se disparó limpiando la escopeta?
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Eso dice él.
-
¿Y?
-
Pues que el Gregorio
dice otra cosa.
-
¿Y que dice?
-
Pues que estaba esa
noche esperando a un guarro en las Posaíllas y escuchó un disparo y unos
gritos, y que era la voz de ese gilipollas. Y luego al otro día apareció muerto
de un tiro un guarro de casi veinte arrobas.
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¡Hostias! –dice Julio.
-
¡Amos no me jodas! Así
que el señorito se cagó de miedo cuando se lo encontró de frente.
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El afamado cazador de dedos, como le llama mi hijo.
-
Chico listo tu hijo, y
con retranca.
-
¡Que lo mandó a una
buena escuela, hombre! –Paco pone otro platillo con cacahuetes
-
Pues sí, que buen
dinerito me costó –Anselmo hace un gesto con la mano.
-
Bueno, me marcho que la
parienta se va a cabrear si llego tarde.
-
Venga saluda a tu mujer
de mi parte –dice Paco mientras lava un vaso.
-
Hasta mañana,
parroquia.
PD: De verdad de la buena, que esta historia ya tiene un par de años...
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