Son guapos esos dos chinos. Me
recuerdan a un personaje de una peli, pero no me acuerdo cual. Pantalones pitillo,
zapatillas molonas, jerseys de cuello vuelto y americanas negras, ceñidas, y
ese pelo negro y tieso levantado con gomina. ¡Uf! Dan ganas de tocarlo. ¡Coño,
si todo el vagón está lleno de chinos! No estoy tan pedo como para estar
alucinando. ¡Todos chinos! A lo mejor es que hay un vagón para chinos, otro
para latinos, otro para negros y otro para europeos. A lo mejor me he
equivocado de vagón y éste no es el mío, a lo mejor el mío es el siguiente.
Mejor me siento y trato de dormir un poco. Si es que es muy tarde, o muy temprano según
se mire. Yo nunca cojo el metro a estas horas. Siempre vuelvo en taxi, pero hoy
me he quedado sin un duro, menos mal que me quedaba un pavo en el bolsillo para
coger el metro. Hoy no voy a ir a clase. Hoy no, estoy muerta.
Los chinos me miran, debo tener
una pinta penosa. Las medias me las tuve que quitar, el idiota de Jon me vomitó
encima. ¡Que asco! Apestaban. Y una de las zapatillas tiene una mancha parda de
vómito. Debo tener cara de muerta. ¡Vaya noche! Ha sido cojonuda. Claro que he
perdido a mis colegas y se van a mosquear conmigo. Cuando nos estaban echando
del bar, salí a la calle a fumar un cigarrillo y allí conocí a ese tipo tan
guay. Me piré con él.
Otro chino que entra. ¿Seguro que
no me he equivocado? Todo son chinos. Como en mi barrio. Todas las tiendas son
de chinos. Y están abiertas siempre; allí es donde compro la cerveza, o el
zumo, y el pan y hasta los tampones. Siempre, todos los meses, me quedo sin
tampones y tengo que bajar corriendo al chino de abajo a buscarlos. Ya me miran
raro, pero me da igual. Nunca he hablado con ellos. Son muy extraños. Y siempre
son jóvenes. ¿Es que los chinos no se hacen viejos? Espera, ahora que me
acuerdo una vez he visto a una abuela china. Sí, iba con un par de críos,
chinos claro, y casi nos la llevamos por delante. Mis amigas y yo, un trío de
feria.
Sol, dicen por los altavoces. Menos
mal, ya estoy llegando. Los chinos se levantan y me miran. Dicen algo que no
puedo entender y me sonríen. Se bajan. ¡Todos! Todos los chinos se bajan en
Sol. ¿Habrá una concentración de chinos a las siete de la mañana en Sol? Entra
un montón de gente a mi vagón. Ya no son chinos. Ahora casi todos son latinos,
pero también hay españoles. Y una chica muy guapa, recién duchadita, limpia.
¡Joder me doy asco a mí misma! ¡Tengo una facha!
¡Coño el mismo chino de antes! No
puede ser. Si se ha bajado en Sol. Pero es el mismo, vaya que sí. Ahora va
solo. Me mira. Está de pie, agarrado a la barra y no deja de mirarme. No me
atrevo a mantenerle los ojos. ¡Puto chino, como me mira!
Estoy llegando, un par de
estaciones más y estoy en casa. Me voy a dar una ducha, sin mojarme el pelo, y a
la cama. Sin café ni nada. Tengo el estómago revuelto y la mirada del chino me
está poniendo nerviosa.
Próxima parada, Manuel Becerra,
escucho por los altavoces. Me incorporo y espero a que el tren se detenga para
pulsar el botón y de pronto me doy cuenta de que todo el andén está lleno de
chinos, de chinos, de chinos…
Buenas, paso a visitarte para decirte que ya está publicado tu relato en:
ResponderEliminarhttp://microreczombie.blogspot.com/
Gracias, Fernando. Eres un amor, y la ilustración, preciosa.
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