Siempre me han acusado de ser un mal imitador y eso me jode.
Mis cuadros, falsas copias, se vendían bien pero mis colegas detectaban los
errores, las pequeñas variaciones de color, una proporción desajustada en el
tamaño del cuello, o de las manos, cualquier pequeño detalle que desmerecía del
original. Cuando Juana me dejó, abandoné los pinceles y seguí con el arte.
Desde aquella vez que vi en una serie americana como una
tortuga portaba la cabeza seccionada de uno de los jefes de un cártel
mexicano, con esas patitas cortas y como
con garras, y explotaba en mil pedazos, quise probar. Encontrar la tortuga me
costó, pero, pese a mi dedicación, el resultado no fue digno de un tipo como
yo. Pequeños detalles, hubiesen dicho mis colegas de saberlo.
Luego, me contaron de un soplón que había sido quemado vivo,
arropado por dos neumáticos viejos, a modo de collar. Arte en estado puro. Me
preparé a conciencia. El mendigo, medio borracho, no protestó demasiado cuando
después de atarle manos y pies, le coloqué, a modo de collar, los neumáticos.
Las llamas anaranjadas iluminaban el puente mientras llegaba desde arriba el
sonido de los coches rodando sobre las juntas.
Satisfecho, cuando las llamas se extinguieron y solo quedaba
un resplandor rojizo en el suelo y un olor acre en el aire, volví a mi coche,
sediento, y apuré la lata de cerveza que aún estaba tibia, mientras trataba de
saber si esta vez mis colegas me hubiesen aplaudido.
Fotografiía: PEDRO DE PAZ
enhorabuenaaa!!!
ResponderEliminarBien negro y original.
ResponderEliminarFelicitaciones :)
Enhorabuena, me gusta este artista que se pasa a crear en forma de asesinatos.
ResponderEliminarBesitos
¡Enhorabuena!
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