lunes, 16 de enero de 2012

TODOS LOS CHINOS SE BAJAN EN SOL


Son guapos esos dos chinos. Me recuerdan a un personaje de una peli, pero no me acuerdo cual. Pantalones pitillo, zapatillas molonas, jerseys de cuello vuelto y americanas negras, ceñidas, y ese pelo negro y tieso levantado con gomina. ¡Uf! Dan ganas de tocarlo. ¡Coño, si todo el vagón está lleno de chinos! No estoy tan pedo como para estar alucinando. ¡Todos chinos! A lo mejor es que hay un vagón para chinos, otro para latinos, otro para negros y otro para europeos. A lo mejor me he equivocado de vagón y éste no es el mío, a lo mejor el mío es el siguiente. Mejor me siento y trato de dormir un poco.  Si es que es muy tarde, o muy temprano según se mire. Yo nunca cojo el metro a estas horas. Siempre vuelvo en taxi, pero hoy me he quedado sin un duro, menos mal que me quedaba un pavo en el bolsillo para coger el metro. Hoy no voy a ir a clase. Hoy no, estoy muerta.

Los chinos me miran, debo tener una pinta penosa. Las medias me las tuve que quitar, el idiota de Jon me vomitó encima. ¡Que asco! Apestaban. Y una de las zapatillas tiene una mancha parda de vómito. Debo tener cara de muerta. ¡Vaya noche! Ha sido cojonuda. Claro que he perdido a mis colegas y se van a mosquear conmigo. Cuando nos estaban echando del bar, salí a la calle a fumar un cigarrillo y allí conocí a ese tipo tan guay. Me piré con él.

Otro chino que entra. ¿Seguro que no me he equivocado? Todo son chinos. Como en mi barrio. Todas las tiendas son de chinos. Y están abiertas siempre; allí es donde compro la cerveza, o el zumo, y el pan y hasta los tampones. Siempre, todos los meses, me quedo sin tampones y tengo que bajar corriendo al chino de abajo a buscarlos. Ya me miran raro, pero me da igual. Nunca he hablado con ellos. Son muy extraños. Y siempre son jóvenes. ¿Es que los chinos no se hacen viejos? Espera, ahora que me acuerdo una vez he visto a una abuela china. Sí, iba con un par de críos, chinos claro, y casi nos la llevamos por delante. Mis amigas y yo, un trío de feria.

Sol, dicen por los altavoces. Menos mal, ya estoy llegando. Los chinos se levantan y me miran. Dicen algo que no puedo entender y me sonríen. Se bajan. ¡Todos! Todos los chinos se bajan en Sol. ¿Habrá una concentración de chinos a las siete de la mañana en Sol? Entra un montón de gente a mi vagón. Ya no son chinos. Ahora casi todos son latinos, pero también hay españoles. Y una chica muy guapa, recién duchadita, limpia. ¡Joder me doy asco a mí misma! ¡Tengo una facha!

¡Coño el mismo chino de antes! No puede ser. Si se ha bajado en Sol. Pero es el mismo, vaya que sí. Ahora va solo. Me mira. Está de pie, agarrado a la barra y no deja de mirarme. No me atrevo a mantenerle los ojos. ¡Puto chino, como me mira!


Estoy llegando, un par de estaciones más y estoy en casa. Me voy a dar una ducha, sin mojarme el pelo, y a la cama. Sin café ni nada. Tengo el estómago revuelto y la mirada del chino me está poniendo nerviosa.

Próxima parada, Manuel Becerra, escucho por los altavoces. Me incorporo y espero a que el tren se detenga para pulsar el botón y de pronto me doy cuenta de que todo el andén está lleno de chinos, de chinos, de chinos…


2 comentarios:

  1. Buenas, paso a visitarte para decirte que ya está publicado tu relato en:
    http://microreczombie.blogspot.com/

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  2. Gracias, Fernando. Eres un amor, y la ilustración, preciosa.

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