domingo, 20 de mayo de 2012

TACÓN GRENACHE


Garnacha, dijo ella, mientras las comisuras de su boca dejaban escapar una gota de un líquido rojo granate. Entonces, devorándome con los ojos, se dio la vuelta. Dio dos pasos y se volvió a mirarme, retándome con una sonrisa pintada en su cara. Yo la seguí, copa en mano, por la bodega  llena de amigos y compañeros. Moriría por el contoneo de sus caderas, su pelo cobrizo y la visión de esos taconazos me fermentaba bajo el pantalón. Detrás de un barril de roble, me acorraló. Esos tacones granate, que acabaron clavándose en mi pecho, lucen ahora en mi estantería.

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