martes, 10 de abril de 2012

EL AFAMADO CAZADOR DE DEDOS


-         ¡Paco! Ponme otro chato, anda –Anselmo deja el vaso sobre la barra.
-         Ahí tienes, tu clarete.
-         Oye, ¿ese de allí no es el del tiro en el pie?
-         Si, el que está con el Anselmo –tercia Julio desde el taburete de al lado
-         Pues todavía parece que cojea.
-         ¡A ver!  Se llevó por delante dos dedos. Calla, que vienen p’acá
-         Hombre, Julio, ¿qué tal? –el recién llegado, vestido con una chaqueta de pana verde nuevecita y un sombrero con plumas de faisán,  da unas palmaditas en la espalda a Julio.
-         Ahí vamos, ¿y tú?
-         Tirando, ya sabes.
-         ¿Conoces a Luis?
-         ¿Qué tal? –con una mano saluda a Anselmo y con la otra se quita el sombrero y lo deja en el taburete de al lado.
-         Bien, hombre, bien.
-         Paco, pon otra ronda por aquí.
-         A mí mejor una Mahou, que ando todavía con las medicinas –la chaqueta verde nuevecita brilla como la piel de un cervatillo cuando se inclina sobre la barra.
-         ¿Y qué, a echar un ojo a los comederos de los guarros?
-         Bueno, a dar una vuelta a ver como va la cosa.
-         ¿Como va a ir, con tanto furtivo? ¡Pues mal! –Anselmo chasquea la lengua y resopla.
-         No será ‘pa’ tanto hombre, mira que te quejas –Julio pela un cacahuete y sonrie.
-         Di que sí, Anselmo, que tienes razón, coño, que todos pagamos el coto y siempre hay algún cabrón que nos levanta las piezas –dice Paco mientras pasa un paño por la barra.
-         Joder como os ponéis, ni que no hubiera caza para todos.
-         Coño, es que pa pagar los comederos todo el mundo anda tieso, pero luego, cada dos por tres aparece algún jabalí herido.
-         Bueno, yo me voy. Venga, cóbrate la ronda –Luis saca la cartera, deja cinco euros en la barra y se pone el sombrero.
-         Pos hasta mañana, hombre, y gracias por el chato.
-         Venga hasta mañana –se abrocha la zamarra y sale cojeando.
-         Oye, Anselmo ¿de verdad éste se disparó limpiando la escopeta?
-         Eso dice él.
-         ¿Y?
-         Pues que el Gregorio dice otra cosa.
-         ¿Y que dice?
-         Pues que estaba esa noche esperando a un guarro en las Posaíllas y escuchó un disparo y unos gritos, y que era la voz de ese gilipollas. Y luego al otro día apareció muerto de un tiro un guarro de casi veinte arrobas.
-         ¡Hostias! –dice Julio.
-         ¡Amos no me jodas! Así que el señorito se cagó de miedo cuando se lo encontró de frente.
-         El afamado cazador de dedos, como le llama mi hijo.
-         Chico listo tu hijo, y con retranca.
-         ¡Que lo mandó a una buena escuela, hombre! –Paco pone otro platillo con cacahuetes
-         Pues sí, que buen dinerito me costó –Anselmo hace un gesto con la mano.
-         Bueno, me marcho que la parienta se va a cabrear si llego tarde.
-         Venga saluda a tu mujer de mi parte –dice Paco mientras lava un vaso.
-         Hasta mañana, parroquia.

PD: De verdad de la buena, que esta historia ya tiene un par de años...

No hay comentarios:

Publicar un comentario